Imagen – Jeffrey Epstein -New York State Division of Criminal Justice Services’ Sex Offender Registry
El Departamento de Justicia de Estados Unidos divulgó este viernes la transcripción de entrevistas realizadas en julio a Ghislaine Maxwell, exsocia y cómplice de Jeffrey Epstein. Desde la prisión en Texas donde cumple una condena de 20 años por tráfico sexual, Maxwell negó la existencia de una supuesta “lista de clientes” y afirmó no haber presenciado conductas inapropiadas del expresidente Donald Trump ni del exmandatario Bill Clinton. También defendió al príncipe Andrés de Reino Unido, calificando de “inconcebibles” las acusaciones de abuso en su residencia.
Las declaraciones se producen mientras el Congreso estadounidense revisa una primera entrega de archivos relacionados con Epstein, con el compromiso de publicarlos tras garantizar la protección de las víctimas. La publicación de estas entrevistas no solo reabre la discusión sobre los vínculos políticos y sociales del magnate, sino también sobre su enigmática muerte en prisión, uno de los episodios más controvertidos de la justicia estadounidense reciente.
Epstein: del poder financiero a la red de explotación sexual
Jeffrey Epstein construyó una fortuna como gestor financiero de millonarios, pero su influencia real provino de su habilidad para acercarse a políticos, empresarios y celebridades de alto perfil. Durante más de dos décadas fue señalado por operar una red internacional de explotación sexual de menores, con propiedades en Nueva York, Florida y las Islas Vírgenes.
En 2008, tras múltiples acusaciones, alcanzó un acuerdo judicial que le permitió evitar cargos federales y cumplir una pena mínima en Florida. Este episodio, considerado un símbolo de indulgencia judicial, alimentó sospechas de encubrimiento y consolidó la percepción de que el dinero y las conexiones lo mantenían a salvo.
En julio de 2019 fue arrestado nuevamente, esta vez con cargos federales por tráfico sexual. Semanas después, el 10 de agosto de 2019, apareció muerto en su celda en el Centro Correccional Metropolitano de Nueva York. La versión oficial indicó suicidio por ahorcamiento, pero las circunstancias del caso siguen rodeadas de dudas.
Un “suicidio” lleno de inconsistencias
El fallecimiento de Epstein se convirtió de inmediato en un terreno fértil para la sospecha. En el momento de su muerte, las cámaras de vigilancia del penal no funcionaban, los guardias no realizaron las rondas de supervisión establecidas y los registros oficiales presentaban inconsistencias. Estos hechos provocaron una ola de teorías que apuntaban a un posible asesinato para silenciarlo, dado el alcance de sus relaciones.
La autopsia oficial concluyó que la causa fue suicidio, aunque médicos independientes señalaron fracturas en el cuello poco comunes en este tipo de casos, más compatibles con estrangulamiento. El fiscal general de la época reconoció “graves irregularidades” en la custodia, lo que aumentó la desconfianza pública.
Ghislaine Maxwell, en sus entrevistas recientes, insistió en que no cree que Epstein se haya suicidado, pero también calificó de “ridículo” pensar que fue asesinado. Según ella, si alguien hubiera querido silenciarlo, habría tenido muchas oportunidades antes de que estuviera en prisión.
El eco político y las dudas persistentes
La muerte de Epstein cerró la posibilidad de un juicio que hubiera podido arrojar luz sobre los alcances de su red de abusos. Para muchos, este hecho convirtió su “suicidio” en un símbolo de impunidad: un final que protegió a las élites con las que se relacionaba.
La publicación de las entrevistas de Maxwell coincide con un nuevo ciclo de presión política. El Comité de Supervisión de la Cámara de Representantes busca más archivos sobre el caso, mientras sectores republicanos y demócratas reclaman transparencia. Sin embargo, hasta ahora nadie más que Epstein y Maxwell ha enfrentado cargos, lo que alimenta la percepción de que se trata de un caso donde la justicia ha sido selectiva y limitada.
Lectura de fondo
El enigma de la muerte de Epstein es tan relevante como sus crímenes. La versión oficial del suicidio nunca convenció a gran parte de la opinión pública, que percibe un patrón de negligencias e irregularidades difícil de explicar en una prisión federal de alta seguridad. El vacío que dejó su muerte impidió conocer el alcance completo de una red que, según múltiples testimonios, involucraba a personalidades de talla mundial.
El caso Maxwell, y en particular sus recientes entrevistas, funcionan como recordatorio de que más allá de las teorías, la falta de respuestas concretas erosiona la confianza en las instituciones. El riesgo es que el relato de un “suicidio lleno de fallas” se convierta en sinónimo de encubrimiento, perpetuando la idea de que hay secretos que el poder político y económico prefiere mantener ocultos.