11 septiembre, 2025
Lo Nuevo Medio Ambiente

La energía nuclear y el dilema ambiental, de villana temida a posible salvación del planeta

Imagen – Paisaje, Central Nuclear

 

Durante décadas, “nuclear” fue sinónimo de peligro. Accidente, radiación, residuos eternos. Pero el siglo XXI trajo otra urgencia: frenar el calentamiento global sin apagar el mundo. En medio de esa carrera, la energía nuclear reaparece como candidata incómoda y, a la vez, poderosa. Ni milagro ni amenaza inevitable: una herramienta técnica con riesgos gestionables, fortalezas únicas y preguntas que la sociedad debe responder con datos, no con fantasmas.

Radiación sin mito, qué es y por qué vivimos rodeados de ella

La radiación es la emisión de energía en forma de ondas o partículas. No es antinatural ni exclusiva de los reactores: llega del Sol, proviene del espacio, brota del suelo, atraviesa nuestros alimentos y habita en nuestros cuerpos (el potasio-40 es radiactivo por naturaleza). Hay dos grandes familias:

  • No ionizante: radio, microondas, luz visible, infrarrojo. No rompe enlaces químicos; calienta o estimula.
  • Ionizante: rayos X, gamma y algunas partículas subatómicas. En dosis altas puede dañar ADN y tejidos. En dosis bajas y controladas es útil (diagnóstico por imagen, radioterapia, esterilización de material médico).

El factor clave no es “si hay radiación”, sino cuánta y durante cuánto tiempo. Como con el sol: indispensable para la vida, peligrosa en exceso. De ahí los conceptos de dosis y protección radiológica: limitar exposición, blindar, mantener distancia, controlar tiempos.

Mitos frecuentes y realidades breves

  • “Toda radiación es mortal” → Falso. La vida evoluciona con radiación de fondo. El riesgo depende de dosis y exposición.
  • “Lo radiactivo contamina para siempre” → Falso. Cada radionúclido tiene una vida media; su actividad decae. No todo es eterno ni igual de peligroso.
  • “Un reactor es una bomba esperando explotar” → Falso. La física y el diseño son distintos. Una central no puede detonar como un arma; los accidentes reales obedecen a fallas de diseño, gestión o fenómenos extremos, y aun así son estadísticamente raros frente a los daños anuales por carbón y petróleo.

Cómo funciona una central nuclear, del núcleo al enchufe

Una central de fisión no es más que una fábrica de vapor muy eficiente. El corazón es el reactor, donde núcleos pesados (como el uranio-235) se dividen al capturar neutrones, liberando calor y más neutrones. Con ese calor se hierve agua, el vapor mueve una turbina, la turbina impulsa un generador y obtenemos electricidad. Los pasos clave:

  1. Combustible
    Pastillas cerámicas de dióxido de uranio (o mezclas MOX) dentro de tubos metálicos forman barras de combustible. Miles de barras constituyen el núcleo.
  2. Moderador y refrigerante
    La mayoría de los reactores usan agua ligera como moderador (ralentiza neutrones para sostener la reacción) y como refrigerante (extrae calor). Otros usan agua pesada, grafito o sales fundidas.
  3. Control
    Barras de control (de boro, cadmio u otros) absorben neutrones. Insertarlas detiene la reacción; retirarlas la acelera. Sistemas rápidos permiten scram (apagado inmediato) ante cualquier anomalía.
  4. Circuitos y contención
    Para evitar que agua potencialmente activada llegue a la turbina, muchas plantas separan el circuito primario (cerrado, en contacto con el reactor) del secundario (que mueve la turbina) mediante un generador de vapor. Todo el conjunto se aloja en un edificio de contención de acero y hormigón preparado para presiones extremas y eventos externos.
  5. Seguridad activa y pasiva
    Los diseños modernos añaden seguridad pasiva: si falta energía o se pierde refrigeración, la física del sistema (gravedad, convección natural, tanques elevados) mantiene el enfriamiento sin intervención humana ni electricidad externa durante horas o días.

Resultado: una producción eléctrica continua, estable y de altísima densidad energética, con emisiones de CO₂ casi nulas en el ciclo de vida.

Qué pasa con los residuos, manejo real y por qué no son el fin del mundo

Los residuos radiactivos se clasifican por actividad:

  • Baja y media actividad (guantes, filtros, herramientas): se compactan, solidifican y almacenan en sitios superficiales durante años o décadas hasta que decaen.
  • Alta actividad (combustible usado): concentra la mayor parte de la radiactividad y el calor residual. Su ruta típica:
    • Piscinas de enfriamiento en la planta: agua desmineralizada y blindada, que disipa calor y bloquea radiación.
    • Almacenamiento en seco: contenedores sellados de acero y hormigón, monitorizados.
    • Destino final: repositorios geológicos profundos, galerías a cientos de metros bajo tierra en formaciones estables, diseñadas con múltiples barreras (contenedor, rellenos, roca huésped) para aislar el material a escalas geológicas.

Algunos países además reprocesan parte del combustible para recuperar uranio y plutonio utilizables, reduciendo volumen y aprovechando mejor el recurso.

Clave comparativa: a diferencia del CO₂ del carbón y el gas —que liberamos a la atmósfera sin capturarlo a gran escala—, los residuos nucleares se contabilizan, encapsulan y vigilan. El volumen total de combustible usado de una vida entera de electricidad para una persona cabe en un puñado de latas industriales; el CO₂ equivalente ocuparía piscinas olímpicas de gas invisible.

Riesgos reales y proporciones, poner los números en su sitio

Accidentes como Chernóbil (diseño inestable, errores operativos) o Fukushima (tsunami extremo más allá de supuestos de diseño) marcaron la memoria colectiva. Sirven para aprender: estándares internacionales, cultura de seguridad, sistemas pasivos, reevaluación sísmica y de inundaciones, planes de emergencia, independencia regulatoria.

Aun así, cuando se mide mortalidad por kilovatio-hora y emisiones de ciclo de vida, la nuclear aparece sistemáticamente más segura y limpia que carbón y petróleo, y comparable a eólica y solar en CO₂. Esto no anula sus riesgos; los dimensiona frente a las alternativas que hoy matan en silencio por contaminación del aire y aceleran la crisis climática.

Lo nuevo bajo el sol, SMR y reactores de próxima generación

La industria ya no es la de los setenta. Tres líneas dominan el horizonte:

  • SMR (Small Modular Reactors)
    Reactores compactos, de fábrica, estandarizados. Menor coste inicial, instalación por módulos, seguridad pasiva Útiles para redes pequeñas, industrias, desalinización o reemplazo de termoeléctricas de carbón en el mismo sitio.
  • IV Generación
    Diseños con sales fundidas, gas de helio a alta temperatura, metal líquido (sodio, plomo) o torio en ciclos alternativos. Buscan mayor eficiencia térmica, quemar parte de los actínidos menores (reduciendo la carga de residuos) y tolerar temperaturas elevadas sin presurizar agua.
  • Fusión
    El “sol en la Tierra”: unir núcleos ligeros (deuterio-tritio) para liberar energía, con residuos de baja actividad y sin reacción en cadena fuera del plasma. Aún experimental, pero con avances en confinamiento magnético, láseres y materiales, podría abrir la segunda mitad del siglo con plantas demostrativas.

Costos, tiempos y aceptación social, las otras variables del rompecabezas

  • Costos y cronogramas
    Los proyectos grandes pueden retrasarse y encarecerse. Aquí los SMR y la estandarización apuntan a recortar tiempos y riesgos financieros. La curva de aprendizaje importa tanto como la física.
  • Agua y sitio
    Las plantas consumen agua para enfriamiento, como cualquier térmica. Soluciones: torres de enfriamiento, sitios costeros con circuito cerrado, o tecnologías a mayor temperatura que reducen consumo.
  • Desmantelamiento
    Es parte del plan desde el día uno: fondos dedicados, cronogramas, liberación de emplazamientos. No es un “problema futuro”; es un costo conocido e incorporado al kWh.
  • Proliferación
    Los diseños civiles y los regímenes de salvaguardias internacionales separan rutas civiles de militares. Más transparencia y tecnología de contabilidad nuclear reducen riesgos.
  • Aceptación social
    La confianza se gana con datos abiertos, reguladores independientes, participación local y beneficios tangibles (empleo, estabilidad tarifaria, aire limpio).

Cómo encaja con las renovables, sumar fortalezas en vez de oponer bandos

La matriz del futuro no es de “o solar/eólica o nuclear”, sino y. La eólica y la solar son baratas y limpias, pero variables; la nuclear es estable. Combinarlas reduce necesidad de almacenamiento, fortalece seguridad de suministro y acelera la descarbonización. Donde la geografía lo permita, hidroeléctrica y geotermia completan el mosaico. La meta común: electricidad abundante, segura y sin carbono.

Lectura de fondo

Dejar de pelear con fantasmas para pelear con el CO₂

La energía nuclear no es perfecta. Ninguna tecnología lo es. Pero frente a un planeta que se calienta, conviene separar miedos heredados de riesgos actuales, y distinguir entre problemas resolubles con ingeniería y regulación (residuos, seguridad, costos) y un problema que no admite demora (emisiones masivas de fósil). La radiación no es un monstruo omnipresente; los residuos no son el apocalipsis embotellado; una central no es una bomba. Son sistemas complejos cuya gestión madura puede aportar megavatios limpios durante décadas.

Tal vez la pregunta no sea “si debemos apostar por la nuclear”, sino cuánto y dónde, con qué diseños, bajo qué reglas y en qué combinación con las renovables. En esa conversación, el dato y la prudencia pesan más que el miedo. Y puede que, paradójicamente, la energía que más recelos despertó sea la que nos regale tiempo para reconstruir un futuro habitable.