París, Francia — La Cumbre sobre Inteligencia Artificial celebrada en París entre el 10 y el 11 de febrero reunió a representantes de más de 80 países, líderes tecnológicos, científicos y jefes de Estado, con el objetivo de definir el rumbo global de la inteligencia artificial (IA). Europa aprovechó el foro para lanzar su ofensiva estratégica con iniciativas orientadas a combinar innovación, inversión y regulación, en un intento por cerrar la brecha con Estados Unidos y China.
Europa pone en marcha InvestAI y nuevas normas
Uno de los anuncios centrales fue la creación de InvestAI, una iniciativa público-privada de 200 mil millones de euros que contempla:
- Cuatro gigafactorías de IA con 100,000 chips de última generación.
- Un fondo europeo de 20 mil millones para infraestructura.
- 30 mil millones en inversión pública adicional.
- 50 mil millones en inversión privada a través de la coalición “European AI Champions”.
- Apoyo a aplicaciones críticas en salud, industria, movilidad y seguridad.
En paralelo, se avanza en la implementación de la Ley de Inteligencia Artificial (AI Act), con enfoque basado en riesgo y transparencia. También se anticipa una Directiva de Responsabilidad de la IA y un paquete de simplificación normativa para el cuarto trimestre de 2025, con el fin de agilizar la innovación en un marco ético.
Propuestas por una IA sostenible y pública
Francia, anfitriona del encuentro, presentó la iniciativa Current AI, un fondo con meta de 2,500 millones de euros para democratizar el acceso a modelos y datos abiertos de IA en áreas como salud, medio ambiente y educación. También se propuso la Coalición para una IA Ambientalmente Sostenible, respaldada por 91 actores internacionales, entre ellos la ONU, la Agencia Internacional de Energía y 37 empresas tecnológicas.
Estas medidas buscan responder a la preocupación creciente sobre el impacto energético y ambiental de los grandes modelos generativos. Por ejemplo, se estima que para 2030 los centros de datos de IA consumirán cerca del 3% de la electricidad mundial.
Fractura internacional: EE.UU. y Reino Unido se desmarcan
Pese al consenso alcanzado entre 60 países, incluyendo Francia, China, India y Canadá, Estados Unidos y el Reino Unido rechazaron firmar la declaración final sobre un desarrollo “inclusivo y sostenible” de la IA. Washington —representado por el vicepresidente J.D. Vance— argumentó que la regulación europea puede frenar la innovación y defendió el enfoque de libre mercado impulsado por la administración de Donald Trump.
Trump revocó recientemente la orden ejecutiva de su antecesor que buscaba mitigar riesgos de la IA, y ha lanzado un plan de inversión de 50 mil millones de dólares enfocado en defensa, salud y manufactura de chips. El Reino Unido, por su parte, adujo falta de claridad en la gobernanza global, aunque analistas vinculan su postura a un alineamiento político con Estados Unidos.
China, en contraste, firmó la declaración y presentó el modelo DeepSeek como ejemplo de desarrollo nacional eficaz y de bajo costo. Su postura equilibra innovación con regulación bajo control estatal, y refuerza su rol como potencia emergente en la materia.
Lectura de Fondo
La Cumbre de París sobre IA confirma que la inteligencia artificial ya no es solo un tema tecnológico: es también un campo de competencia diplomática, económica y cultural. Mientras Europa intenta posicionarse como garante de una IA ética y sostenible, sus esfuerzos conviven con la presión por no quedar rezagada frente a modelos más agresivos y desregulados.
La presentación de InvestAI y el AI Act proyecta un modelo europeo híbrido que combina regulación responsable e inversión estratégica. Sin embargo, la tensión interna entre países del bloque —algunos más proclives a flexibilizar normas para atraer inversión— deja ver que la cohesión aún está en disputa.
El rechazo estadounidense y británico a firmar la declaración de principios no solo marca un quiebre formal, sino que evidencia una fragmentación creciente en la gobernanza internacional de la IA. Frente a modelos tan disímiles —libre mercado en EE.UU., control estatal en China, e intervención reguladora en Europa—, el gran desafío global será la interoperabilidad normativa y la coordinación multilateral.
En ese escenario, las declaraciones de París buscan ser un contrapeso ético en la carrera por la innovación. Pero si la regulación se percibe como freno y no como marco habilitante, el riesgo será doble: perder competitividad y, al mismo tiempo, no lograr el consenso necesario para que la IA se desarrolle con mínimos globales compartidos.