Imagen: Imagen Satelital por la NOAA
El ciclón tropical Erick impactó la costa sur de México la madrugada del jueves como huracán categoría 3, dejando a su paso lluvias intensas, vientos sostenidos de hasta 200 km/h y daños materiales en los estados de Oaxaca y Guerrero. Aunque llegó a alcanzar la categoría 4 en mar abierto, se debilitó tras tocar tierra en el oeste de Oaxaca hacia las 6:00 a.m., para luego degradarse a tormenta y más tarde a depresión tropical sobre Guerrero.
Pese a la intensidad del fenómeno, las autoridades confirmaron un saldo blanco, sin muertes ni personas desaparecidas. Se reportó una persona lesionada y múltiples afectaciones materiales: deslaves, apagones, árboles caídos y cierre de carreteras. La Comisión Federal de Electricidad indicó que más de 120 mil usuarios fueron afectados por cortes de luz, y servicios como internet y telefonía también sufrieron interrupciones.
Daños y respuesta institucional
En Oaxaca, resultaron dañados un hospital, estaciones eléctricas, caminos y viviendas. La zona de Puerto Escondido amaneció cubierta de basura y escombros, mientras que en Salina Cruz las inundaciones dejaron vehículos varados. En Guerrero, la región más afectada fue la Costa Chica, donde se reportaron deslaves, ríos desbordados y al menos dos municipios con viviendas anegadas.
La respuesta de los tres niveles de gobierno incluyó el despliegue de más de 30,000 elementos de seguridad y la instalación de más de 2,000 albergues temporales. También se activó el Plan DN-III y se enviaron medicamentos y material médico a las zonas más golpeadas. A esto se sumaron más de 5,000 brigadistas, incluidos servidores públicos y voluntarios, que trabajaron en tareas de auxilio y limpieza.
Riesgos persistentes y memoria de desastres anteriores
A pesar de la disminución en la intensidad del ciclón, el Servicio Meteorológico Nacional advirtió que las lluvias torrenciales continuarán en zonas de Puebla, Veracruz, Oaxaca, Guerrero y Chiapas. Se mantiene el riesgo de desbordamientos de ríos en áreas montañosas.
El fenómeno reactivó el temor en comunidades como Acapulco, que aún no se recuperan totalmente de los huracanes Otis (2023) y John (2024), los cuales dejaron graves daños y más de una veintena de víctimas mortales. Comerciantes y habitantes se movilizaron con anticipación, reforzando estructuras y buscando proteger su patrimonio.
Lectura de fondo
Entre prevención y memoria: el aprendizaje forzado del sur mexicano
El paso de Erick, sin víctimas fatales, muestra los avances en coordinación institucional y preparación comunitaria, pero también deja al descubierto la fragilidad estructural de regiones expuestas a eventos extremos cada vez más frecuentes. La evocación inmediata de Otis y John revela una sociedad que vive en estado de alerta permanente, con economías aún tambaleantes y confianza institucional parcial. La temporada apenas comienza, y lo que está en juego no es solo la capacidad de respuesta, sino la de resiliencia acumulada: social, económica y emocional.