Ciudad del Vaticano — El papa Francisco, primer pontífice latinoamericano y jesuita de la historia, falleció este lunes a las 7:35 de la mañana (hora local) en su residencia de la Casa Santa Marta, a los 88 años de edad. La causa oficial fue un ictus cerebral y un colapso cardiovascular irreversible, según confirmó el equipo médico del Vaticano encabezado por el doctor Andrea Arcangeli.
La noticia fue anunciada por el cardenal camarlengo Kevin Farrell, encargado de dirigir la Iglesia durante la sede vacante. Las campanas de la basílica de San Pedro y de todas las iglesias de Roma comenzaron a sonar en señal de duelo.
Últimos días y despedida pública
El papa Francisco había salido del hospital apenas semanas antes, tras una hospitalización de más de un mes por una neumonía severa. A pesar de su salud frágil, presidió el Domingo de Pascua en la plaza de San Pedro el día anterior, donde fue visto visiblemente debilitado, en silla de ruedas y sin hablar directamente al público. Su mensaje final fue leído por un asistente, destacando la importancia de la paz, la inclusión y la solidaridad. Aún así, recorrió la plaza en el papamóvil y bendijo a bebés entre la multitud, en lo que se convirtió en su última aparición pública.
Funeral y sepultura
El cuerpo del pontífice será expuesto a partir del miércoles en la basílica de San Pedro para que los fieles puedan presentar sus respetos. Los ritos de constatación de la muerte se llevaron a cabo la noche del lunes, y se espera que el funeral tenga lugar entre el viernes y el domingo. Francisco dejó como voluntad ser enterrado en la Basílica de Santa María la Mayor, en una tumba sencilla y sin ornamentos, renunciando al tradicional entierro en la cripta del Vaticano.
Un papado que rompió moldes
Jorge Mario Bergoglio fue elegido en 2013 tras la histórica renuncia de Benedicto XVI. Desde el inicio de su pontificado adoptó un estilo austero, rechazando los lujos del Vaticano, y buscando una Iglesia “en salida”, centrada en los pobres, la justicia social y el diálogo. Criticó abiertamente los excesos del sistema económico y promovió una mayor apertura hacia los colectivos tradicionalmente excluidos, como las personas LGBTI+, divorciados vueltos a casar y mujeres en altos cargos de la Curia.
Sus 12 años como Papa estuvieron marcados también por enfrentamientos con sectores conservadores dentro de la Iglesia, así como por sus esfuerzos por enfrentar los abusos sexuales, aunque no sin críticas por su manejo desigual en distintas regiones del mundo.
Reacciones y duelo global
Líderes religiosos y jefes de Estado de todo el mundo expresaron su pesar. La presidenta de México, Claudia Sheinbaum, lo describió como “un humanista que optó por los pobres, la paz y la igualdad”. Desde Argentina, Javier Milei expresó su respeto a pesar de diferencias. El presidente de Francia, Emmanuel Macron, y el rey Carlos III del Reino Unido destacaron su humildad. Presidentes de América Latina como Gustavo Petro, Gabriel Boric y Lula da Silva también enviaron mensajes de despedida.
Miles de fieles comenzaron a reunirse en la plaza de San Pedro desde la mañana del lunes. El Vaticano ha abierto libros de condolencias en varias nunciaturas del mundo, y ha iniciado los preparativos para el cónclave que elegirá al próximo pontífice en la primera semana de mayo.
Lectura de Fondo
La muerte del papa Francisco marca el cierre de un ciclo histórico que no solo redefinió el rostro del Vaticano, sino también la forma en que se comunica con el mundo. Su elección rompió múltiples precedentes —origen, estilo, lenguaje— y su liderazgo fue tanto pastoral como político, no por adhesión ideológica, sino por confrontar los dilemas contemporáneos desde una lógica ética profunda.
Francisco no fue un reformador institucional metódico, pero sí un transformador cultural. Desde su lenguaje llano hasta su insistencia en una Iglesia menos autorreferencial, construyó un pontificado basado en la cercanía, el simbolismo y la disrupción controlada. Abrió puertas que quizás no cruzó del todo, pero cuya apertura ya es irreversible.
El próximo cónclave enfrentará un escenario inédito: una Iglesia más global, menos eurocéntrica y con tensiones internas que han quedado expuestas durante su pontificado. Paradójicamente, la gran incógnita es si se elegirá a un “sucesor de Francisco” o a un “corrector de rumbo”. En cualquier caso, la huella que deja no será fácil de ignorar: el mundo ya no espera un papa como antes, porque Francisco ya no lo fue.